Licenciados en transporte público

Foto de Melanie Brown / Unsplash

Transporte público Madrid Melanie Brown on Unsplash
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La aventura de los usuarios de la línea 626A, un ejemplo de servicio deficitario en el transporte público interurbano en Madrid que seguramente se repite todos los días en algún punto de la región

La parada de autobús atrae a sus pasajeros como una bombilla a las hipnotizadas polillas. Ocurre todos los días en las afueras de Madrid. Desde muy temprano mucha gente se encuentra congregada alrededor de la marquesina mirando hacia su izquierda buscando la mancha verde del bus interurbano sobre el asfalto. Cuando aparece a los lejos, muchos intentan adivinar, con sus cansados o adormilados ojos, el número de línea que brilla en el frontal.

Son las 7:50 de un martes. Muchas personas esperan el bus para ir a clase, a su trabajo, a un examen, a una prueba médica… Esas pequeñas citas que hacen que nos movamos de un lado para otro. La cotidianidad de la masa.

Es el movimiento de la vida urbana que traslada a los humanos más normales a sus destinos inmediatos. Unos movimientos algo vitales para el que está más arriba mandando, decidiendo el juego del transporte. Son meros peones, un puñado de parias, 800.000 al día, que van y que vienen para dar, de alguna manera, sentido y continuidad a sus vidas.

A la espera de un tercer autobús

Hoy confían en que lleguen a las 7:50 los dos autobuses que les lleven a sus destinos. Es octubre. El año pasado, hasta finales de septiembre, no añadieron el segundo bus.

Intentan subir resignados a la línea 626A, que está habitualmente llena, que les «maltransportará» hasta Majadahonda y más allá. Va «abarrotá». La masa que hay dentro sabe que habrá presión. Se acomoda, se deforma como puede para conseguir que alguien más suba.

La gente se solidariza y el conglomerado de personas, esos usuarios que miden las distancias en las tripas del bus, encogen milagrosamente las distancias de contacto personal… Estamos en Villanueva del Pardillo, pero este ejercicio de compresión podría ocurrir en cualquier otro punto de la Comunidad de Madrid.

Como sardinas en lata

Fuera del autobús verde, estudiantes, trabajadores y personas normales someten a más presión a sus compañeros de viaje en el interior y en las puertas del transporte. La solidaridad empieza a tener sus pequeñas grietas en los quejosos pasajeros que murmullan, apretando un puño en la barra o en el asiento más cercano, ¡no hay más espacio!

Los poseedores del título del transporte público tienen experiencia en esta tarea de amoldarse a lo que le rodea. ¿Hasta qué punto es seguro y legal el ir como sardinas en lata por esta carretera? Sí, es posible. Otro cantar será si algún día ocurre algo…

Hoy confiaban en la llegada de dos buses. Pero no, sólo había uno. Una de las estudiantes recibe poco antes una llamada de un compañero chivándole que el «autobusero» sólo ha dejado subir a cuatro pasajeros al inicio del pueblo…  El bus no parará, pasará de largo, dejando caras boquiabiertas y gestos de enfado. Otros días el segundo bus va tan lleno que tampoco deja subir a los viajeros…

El objetivo: llegar a su destino

El estudiante, la del examen, el trabajador, la persona mayor de la cita médica o el de la entrevista de trabajo empiezan a acelerar los cerebros para intentar buscar la alternativa. Casi nadie tiene tiempo para enfadarse. El objetivo es llegar a su destino.

Casi nadie reclamará. Algún tuit a la cuenta de los buses poniéndoles a parir. Algún mail que será respondido asépticamente. Algún mail que no será respondido, como cuando se dejó extrañamente al pueblo sin buses el pasado verano de 2018 durante un fin de semana. Entonces, protesté por Twitter. Me dieron amablemente un mail por privado para exponer mi queja. Lo envié. No me contestaron.

El bus no parará. De nuevo. No es la primera vez que pasa. Un grupo de jóvenes, que hoy no pueden acudir al comodín de la madre para solventar la situación, decide buscarse la vida trazando un plan «B». Cogerán el 643 que les llevará hasta el Burgo Centro de Las Rozas. Allí, transbordo al 561 dirección Majadahonda. Destino la parada del «Tutti» cerca de Los Jardinillos.

Desde allí carrerita de 1.000 metros, la distancia que les separa del instituto. Llegarán tarde. 25 minutos tarde al examen, a «mates» o a Lengua. Esta lección les da puntos para subir nota en la asignatura de buscarse la vida cuando el transporte público es perezoso, cuando no hace honor a la palabra «servicio», cuando es burlón con los que han pagado su billete y es algo maleducado cuando zarandea a la masa por curvas y rotondas.

¿Llegará la historia del 626A a los despachos?

No sé cuántas notas de prensa de la Comunidad de Madrid recibimos en el correo de la redacción hablando de sosteniblidad, reducción de emisiones, transporte público o educación… Sobre los tres primeros temas no son muchas, lo reconozco… Del resto de «cosas», y son muchas, nos informan puntualmente de todo lo que ponen en marcha, de lo que inauguran o de cómo se personan en tal o cual acto o zona. Los responsables políticos despliegan una actividad frenética, la verdad. Y eso está bien.

Pero, ¿cómo les llega una historia como la del 626A a sus despachos, a sus asesores? Lo desconozco. Puede que en forma de gráfica, representando el número de quejas, que le sirven con el café de la mañana antes de dar las cifras anuales en rueda de prensa.

También les podría llegar por las redes sociales… «Un tarado más», pensarán unos. «Otro troll más» pensará los de la piel más gruesa o… «éste cojea políticamente y por eso arremete contra nosotros» concluirán algunos más apoltronados. Creo que esas vivencias nunca les llegará a pie de autobús, en una conversación de marquesina, porque no lo experimentan. Es demasiado choque de realidad o no les interesa.

La Cultura del transporte público

De los cuatro temas que he mencionado antes (sostenibilidad, reducción de emisiones, transporte público y educación) me encuentro escribiendo hoy, de noche, con algo de cabreo contenido. Hemos pagado de nuestro bolsillo los euros necesarios para que lleguen al instituto… puntualmente. Para que se muevan en transporte público, para que se contamine menos.

Para educarlas en el conocimiento de que existe y se debe usar, para que aprendan que la colectividad es buena. Para que descansen los padres también… Para educar a los demás: a mi me explicó el otro día mi hija mayor cómo funciona la aplicación móvil del consorcio para llegar a Madrid. Fantástica.

Gente de primera

Los poderes trabajan, o nos hacen ver que trabajan, para lograr que el transporte público sea un valor y un servicio que hay que cuidar y mimar, para hacer ver que se preocupan por ser más sostenibles. Me inquieta que después de muchas malas experiencias, después de muchas esperas desesperantes, de impuntualidad, de vivir un mal servicio, de dejar tirados a los pasajeros, los jóvenes lleguen a la conclusión de que es mejor comprar un coche… abandonando el transporte público. Y ésta será una decisión en la que la deficiente gestión ha sido la mala consejera.

La cultura del transporte colectivo debe llegar a los más jóvenes a través de la experiencia. No se puede pensar que quiénes utilizan los medios de desplazamiento público sean de segunda categoría, porque se sentirán como un segundo plato… Y a nadie le gusta serlo.

Los usuarios son gente de primera, que no tienen más remedio que usar el bus, que a lo mejor no saben que con su gesto reducen las emisiones y cuidan el planeta. Son gente de primera porque la de segunda contamina.

Menos autobuses que hace 10 años

Estoy seguro de que toda la parafernalia mediática que pueda desarrollar un presidente de la Comunidad y sus consejeros pasará desapercibida a los ciudadanos de las 7:50 de la mañana en una parada de autobús de las afueras de Madrid.

Estas historias en los puntos que dan servicio a millones de usuarios al año, y que el Consorcio de Transportes de Madrid gestiona como debe, como puede o como le dejen, hacen olvidar cualquier buen titular al no poder subirse a un 626A por la mañana o por la tarde.

Asalto Internet a golpe de Google, para preguntarle un par de cosas más a bote pronto. Y me encuentro con que el número de autobuses interurbanos es menor que hace 10 años. 1.833 es la cifra que pone ahora en su web el Consorcio de transportes, frente a los 1.991 de 2008. También veo que el número de usuarios creció un 2,2% en 2017. También pasé un buen rato buscando encuestas de satisfacción recientes de usuarios de interurbanos en Madrid pero no tuve éxito.

El billete, nuestro título de transporte

El billete, la tarjeta de transporte público, en definitiva, el título de transporte, es el pasaporte que obtenemos para ir de un lado a otro a cambio de un dinero. Un importe que nadie sabrá a pie de calle si su valor alcanza a cubrir la prestación del servicio.

Pero con este título de compra previo hay un compromiso de que te van a llevar de un sitio a otro puntualmente. Ahora esperemos que lo hagan bien, sin cabreos, esperas, desesperaciones o estrecheces. Todo tiene que ir enfocado a que se use más el transporte público sin trabas ni barreras.

Estos días los usuarios de la 626A ya no anhelan que se ponga un tercer autobús a las 7:50 y a otras horas punta. Sólo esperan que haya un poco de suerte y pare el segundo para que les lleven a su destino. Deprimente.

Tantos días, tantos años de transporte público, tantos kilómetros y horas de decepciones y trajines, de tensión y de enfados (imagino que alguna alegría habrá), otorgan sin duda el título de licenciados en transporte público a los usuarios. Un título que a buen seguro vale más que algunos máster.

Antonio Quilis Sanz

Director de El Mundo Ecológico

@AntonioQuilis

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