¿Cuánto puede viajar un alimento para ser denominado como local? Éste es el gran debate que ha surgido en Canadá desde que el gobierno marcó los límites para el etiquetado de los productos nombrados como locales.
Bajo estas directrices, la palabra «local» se define como los bienes que se originaron dentro de los 50 kilómetros (de la granja al tenedor) o dentro de la misma «unidad de gobierno local» o adyacente «unidad del gobierno local”. Se entiende como “unidad de gobierno local”, una ciudad, área metropolitana, ciudad, pueblo, municipio u otra área del gobierno local. La Canadian Food Inspection Agency, aclara temporalmente estos términos añadiendo más restricciones y reglas… Pero estas medidas, métricas y legislativas, no encajan, por ejemplo, con la visión de lo local que quiere proponer el gobierno de la “provincia” de Ontario, que desea mantener la etiqueta de “la casa” con lo producido en su territorio, tan grande como España y Francia juntas.
El tema no es baladí. Esta norma viene acompañada de sanciones, de hasta 50.000 dólares o seis meses de cárcel, por vender, etiquetar, nombrar en folletos, o mencionar en página web como producto local un alimento que haya viajado más allá de esos límites.
Tanta importancia por lo local debe ser por algo. Según la organización Local Food Plus (LFP), más de 100.000 personas consumen comida local sostenible cada día en Canadá. Este tipo de hábitos reduce las emisiones de CO2 al equivalente a 1.000 coches rodando en una carretera y crea una media de 100 puestos de trabajos locales.
Sorprende el valor que se da al producto local en el mundo anglosajón, paradójicamente los impulsores de lo global también, la protección por lo cercano, por aquello que haya sido cultivado cerca del punto de venta. En los supermercados de Estados Unidos (Safeway, Whole Foods…) pude observar en la sección de productos frescos cómo se resaltaba lo producido localmente, bien etiquetándolo o haciendo un espacio físico para ello. No se me ocurrió preguntarme desde qué distancia venían, me fiaba de su criterio y, mentalmente, imaginaba una granja cercana con el agricultor bonachón con su sombrero de paja cultivando alegremente su terruño.
En otro ámbito parecido, Chicago quiere impulsar de nuevo el mercado local y lo producido dentro de la ciudad, acompañando al movimiento ascendente de la agricultura urbana. “Chicago Grown” es la nueva campaña que quiere refrescar y actualizar la que fuera la primera etiqueta de cercanía utilizada en una gran ciudad en los años 90. En aquella época, el movimiento se denominó “Local Hero” (héroe local) y ha calado desde entonces en los habitantes de Chicago quienes la reconocen en un alto porcentaje. El resultado de aquel movimiento-campaña ha proporcionado muy buenas cifras de negocio y el aumento de mercados locales. Se estima que los alimentos locales sólo representan entre el 10 y el 15 por ciento de lo consumido en la región, pero el objetivo es duplicar la cantidad de comida de cercanía en las dietas para los próximos 20 años. Y este tipo de movimiento tiene muchas más réplicas en más lugares de los Estados Unidos y en el mundo.
Volviendo a Canadá. La polémica ha repercutido en muchos aspectos formales como el etiquetado, la promoción… pero también en la producción y la distribución. Este concepto de los 50 kilómetros puede afectar a millones de ciudadanos que habiten en una gran urbe donde esta distancia se “consume” rápidamente y no da espacio a terrenos productivos. En muchas grandes ciudades se viajan cerca de los 50 kilómetros para llegar al trabajo. La misma LFP dedica unas líneas a este tema que le afecta directamente donde explica los inconvenientes de esta medida y defiende que el movimiento local siga siendo igual de libre como hasta ahora, sin corsés políticos que añaden más problemas que soluciones.
Éste es uno de los próximos movimientos: piensa globalmente y consume de manera local, posiblemente sea la siguiente revolución en el consumo, pero ¿dónde están los límites y quién los pone?
Antonio Quilis Sanz
Director de El Mundo Ecológico