No quiero crecer

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Lo reconozco, no quiero. No quiero crecer. No hablo de mi altura ni de mi madurez.

No quiero gastar más, ¿no puedo y/o no me dejan? Quiero que desaparezca la presión consumista, que los datos de crecimiento sean negativos y que los índices de precios también. Que las ventas caigan en picado. Que bajen los precios de los servicios. ¿Qué caiga más la bolsa? ¡Sí! Que baje la hipoteca del banco que tiene mi casa.

Quiero que se recicle más gastando menos. Quiero eliminar al contaminador y premiar lo natural. Quiero menos desplazamientos en coche y que a su vez consuman menos CO2. Deseo ver un consumo responsable y que los recursos sean más abundantes, no para ser explotados, sino para ser disfrutados desde la necesidad más básica. No quiero, quiero, no quiero….

No me apetece seguir en el modelo actual de desarrollo económico. Nos han acostumbrado a que lo lógico y normal es que todo crezca, que el contexto económico válido y lógico sea el crecimiento. Deseo todo lo contrario, lo que significa decrecimiento sostenible, por encima de todas las cosas, sin menoscabar la salud, la educación y el equilibrio natural de la existencia de cada uno de nosotros.

Dos ideas: seguir viviendo consumiendo menos. Disfrutar cada vez más de la vida gastando menos. Parece que todo esto es imposible y puede que lo sea. Esta desordenada lista personal de anhelos que se contradicen y que suenan a utopía me confunde. Pero me hace pensar que algo no funciona en nuestro sistema. En los últimos años, hemos tenido que crecer, gastando lo que no teníamos. ¿Estamos locos? Creo que ahora nos toca decrecer de una manera sostenible. Con orden.

La necesidad de ser eficientes: no al recorte

Desde el más absoluto desprecio a la desidia sale de mi la siguiente reflexión. Hace meses que se airean y se aplican los recortes institucionales y aparecen cada vez más datos para cuestionarnos la validez de algunos gestores. Ahora van a ver dónde está el derroche, el sinsentido del gasto, pero no desde la responsabilidad y la eficiencia. Hace unos días, Metro de Madrid envió una nota de prensa en la que se hacía gala de una sorprendente acción de ahorro: se decide que se van a apagar las luces, las máquinas expendedoras y las escaleras mecánicas cuando no se usan (de noche) y se instalará iluminación de bajo consumo. Increíble que nadie se percatara hasta ahora de este derroche inexplicable que no pondríamos en práctica ni en nuestra propia casa. Se aplica el ahorro dentro de la necesidad de no gastar y recortar, no desde una necesidad anterior por ser más eficientes, de consumir lo imprescindible. Cuando se «crecía» no había necesidad de eficiencia. Sólo de malgasto. En estos momentos, las empresas aplican las medidas de eficiencia como política ambiental, pero detrás de ellas existe un claro ánimo de ahorro. Todo lo que no se consuma no se gasta, nos deja mayor margen para el beneficio o para ser más competitivos.

Desde hace siglos, en nuestro Planeta, lo natural parecía que todos los estados, las empresas y las personas buscaran el crecimiento -económico, geográfico, demográfico, personal…- como fórmula de éxito y como forma de vida. Lo que se denominaba el progreso. Pensando un poco en la evolución de la humanidad, nuestro instinto natural de supervivencia, una vez superados los peligros básicos, se ha movido hacia la persecución del bienestar. La tarea de sobrevivir ha desaparecido cuando creíamos tener domada a la Naturaleza. Ha aparecido la enfermedad por tener, poseer y acumular. Enfermedad que en menor o mayor medida todos padecemos.

Tener más, crecer y gastar

Es muy importante para el sistema que se perciba esta búsqueda del bienestar como el acaparamiento de más cosas, más patrimonio, más saldo en nuestra cuenta, mejor empleo y salario y mejores perspectivas de vida. No hago distingos ni de países ni de economías, porque el sistema actual incita a la mejora económica personal y colectiva, en prácticamente toda la Tierra, aunque hablemos de zonas del mundo sumidas en la pobreza. Nos estamos vendiendo a nosotros mismos un modelo de consumo y desarrollo basado en tener más, crecer y gastar. Tener, crecer más y gastar. Tener, crecer y gastar más. Y así cíclicamente, incansablemente, hasta agotar lo que parecía inacabable.

Una vez sumidos en tan pasmoso estado de posesión, en esta crisis nos entran los miedos por perder cosas, bienes o estatus. Creo que el acojone actual, es un miedo basado en el apego a la propiedad y a las situaciones. En la actualidad, todos tienen pavor a no tener, a menguar, a decrecer. Como dice una amiga mía “este miedo te pasa por tener cosas. Si no las tuvieras no manifestarías el miedo a perderlas”. Toda la razón del mundo en esa frase. La última reflexión: tenemos pavor a perder porque tenemos algo y porque también nos incitan el miedo a dejar de tener, a sentir el vacío.

Una economía sostenible está basada en poder atender a todos sin hipotecar los recursos. Un desarrollo sostenible no puede estar ligado a la palabra crecimiento. Este verbo, crecer, significa gastar más en la economía. En un plano más humano es ser mejores.

Arruguémonos, mengüemos y adoptemos un tamaño natural y lógico. Sea feliz con menos.

Antonio Quilis Sanz

@AntonioQuilis

Director de El Mundo Ecológico

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