El pasado 15 de marzo la OCDE publicó un informe muy interesante en el que se ha estado trabajando durante muchos meses, la “Perspectiva Medioambiental a 2050: las Consecuencias de la Inacción” (OECD Environmental Outlook to 2050: The Consequences of Inaction).
Merece la pena que lo leáis. La principal conclusión del mismo es que pese a que los países están en estos momentos intentando sobrevivir a los retos inmediatos de unas finanzas publicas limitadas y un alto nivel de desempleo, no pueden descuidar el largo plazo. Es necesario tomar medidas inmediatas para prevenir daños irreversibles en el medio ambiente.
Este informe, presenta las últimas previsiones de la evolución de las tendencias socio-económicas en las próximas cuatro décadas y sus implicaciones en 4 áreas concretas: cambio climático, biodiversidad, agua y los impactos en la salud de la contaminación medioambiental. Sus análisis apuntan a que, pese a la recesión actual, la economía mundial podría multiplicarse casi por cuatro en 2050. El incremento de los estándares de vida se verá acompañados por un creciente aumento de la demanda de energía, alimentos y recursos naturales y, por tanto, más contaminación.
Los resultados más tremendos son los relativos a los costes de la falta de acciones, en términos económicos, pero sobretodo en términos humanos. Sin nuevas políticas activas en el medio ambiente, la OCDE espera que la demanda mundial de energía en 2050 sea un 80% mayor a la actual, dependiendo en un 85% de los combustibles fósiles. De ser así, las emisiones globales de gases de efecto invernadero podrían ser un 50% superiores, con el consiguiente empeoramiento de la contaminación del aire.
Todas estas previsiones llevan a que la contaminación del aire en las ciudades se podría convertir en la primera causa medioambiental de mortalidad a nivel mundial en 2050, por delante de problemas como el agua sucia o la falta de condiciones de salubridad. El número de muertes prematuras debido a la exposición a partículas aéreas contaminantes que den lugar a fallos respiratorios podría doblarse desde los niveles actuales a los 3,6 millones cada año a nivel global, pero especialmente en China e India.
El incremento de la demanda de agua a nivel global podría alcanzar un 55%, debido al aumento de las necesidades de producción, el uso en plantas térmicas o el uso doméstico. Así habrá una competición creciente por el agua, lo que podría afectar a los agricultores y ganaderos. Todo ello en un escenario en el que 2.300 millones de personas más (un 40% de la población mundial) vivirán en las cuencas de los ríos, con una creciente presión en los recursos hídricos, especialmente en África y Asia.
Podría seguir con muchas de las conclusiones que se extraen de este informe, que insisto, merece la pena leer, pero todas ellas llevan a la misma conclusión. Es necesario cambiar el modo de pensar actual y no dejar la visión a largo plazo de lado. De seguir como hasta ahora, los riesgos de que se produzcan cambios irreversibles que pueden poner en peligro doscientos años de mejoras en los estándares de vida son cada vez más altos.
El documento lo dice muy claro, unas políticas bien diseñadas y pensadas para hacer frente a los problemas medioambientales pueden también ayudar a hacer frente a otros retos medioambientales y contribuir al crecimiento y al desarrollo. Hay un enorme potencial de generar sinergias entre las políticas medioambientales, la promoción del crecimiento y por tanto del empleo.
Algunas de las propuestas del informe son la mezcla de distintas políticas, desde el uso de impuestos medioambientales, a la puesta en marcha de sistemas de comercio de emisiones para hacer que contaminar sea más caro que las alternativas verdes, valorar y poner precio a los activos naturales como el aire limpio, el agua o la biodiversidad, la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles (una de las promesas del G20 desde hace años que nunca se lleva a poner en marcha), o la promoción de inversiones verdes.
Es decir, que existen opciones claras que se pueden poner en marcha a corto plazo, que podrían tener un fuerte impacto en el medio y largo plazo. Entonces, ¿nos vamos a poner las pilas de una vez?
Todo esto además, ocurre cuando la Organización Mundial de la Meteorología acaba de anunciar que 2011 fue el año más cálido desde que se conocen datos en 1850. No sé vosotros, pero yo creo que hay que hacer algo, y se debe hacer ya, ¿no?