Se obligará a los medianos y grandes supermercados a donar los alimentos no vendidos a obras de caridad o a los granjeros
Todo comenzó en la parisina villa de Courbevoie, cuando uno de sus cargos electos, Arash Derambarsh, se dio cuenta de que mucha de la comida fresca apta para el consumo humano, y que no se vendía en los supermercados, se tiraba a los contenedores. Indagando un poco, también pudo comprobar que, para evitar problemas de higiene, algunas grandes superficies echaban lejía en los contenedores para que los alimentos frescos no fueran consumidos. Había dos razones para que esta situación se produjera. Una era que la ley obligaba a los supermercados a tirar el género no vendido por motivos de higiene y, la otra, provenía de una razón puramente estética: aquellos productos que no eran visualmente atractivos para vender por su color, tamaño y forma eran automáticamente descartados.
Ante esta situación se organizaron en la localidad francesa grupos de voluntarios para que, tres veces por semana, recuperasen alimentos y se destinaran a los colectivos más necesitados.
Con esta experiencia se estimó que unos 20 kilos de alimentos aptos para el consumo se tiraban por supermercado y día. El resultado arrojó cifras preocupantes: unas 218 toneladas de comida eran desechadas por los supermercados al año en Francia…
Los desperdicios de alimentos son un tremendo problema global ya que se estima que un 24 por ciento de las calorías producidas para satisfacer el hambre de los humanos nunca llegará a los platos. La mayor parte de estos residuos se generan en la fase del consumo final. Como muestra un botón: el francés arroja a la basura una media de 20 a 30 kilos de comida al año, de los cuales 7 kilos todavía siguen dentro de su envoltorio. Los estadounidenses no consumen cerca de un quinto de todo lo que compran en el supermercado.
Volvamos a Courbevoie… Mientras las cuadrillas de voluntarios recogían los “desperdicios” se fue gestando una petición a través de Change.org para que se formulara una ley que obligara a evitar esta situación. 175.000 firmas apoyaron la demanda que finalmente el Elíseo admitió en abril de 2015. El pasado 21 de mayo la Asamblea Nacional francesa aprobó una legislación que prohibirá a los supermercados el tirar la comida en buen estado sin vender. Si sigue siendo segura para comer, la comida debe de ser donada a la caridad; si no, se destinará a los agricultores para la alimentación animal o al compostaje.
Cualquier tienda con más de 400 metros cuadrados tiene hasta julio de 2016 para firmar acuerdos con organizaciones benéficas, o se podría enfrentar multas de hasta 75.000 euros. Por poner otro ejemplo, en Bélgica, en la ciudad de Herstal, se obliga a los supermercados a donar los alimentos no vendidos a instituciones de caridad. Si las empresas no acreditan este gesto, el permiso municipal de medio ambiente no se renueva y el comercio no puede operar sin él.
Pero no todo el mundo está contento con la nueva legislación. Según un buen número de asociaciones la idea es buena pero llevarla a la práctica es muy complicada. Se necesitaría una logística adecuada para encauzar toda esta comida y almacenarla debidamente… Las medianas y grandes superficies de más de 400 metros tendrán la obligación de llegar a acuerdos con asociaciones caritativas pero están valorando el que se cree una agencia nacional que articule y gestione las distintas iniciativas. Los empresarios también se quejan de que ellos sólo representan entre un 5 y un 11 por ciento del desperdicio alimentario y se olvidan de los restaurantes (15%) y de los consumidores (67%). Todo muy complicado, pero también es difícil de comprender que tanta comida se produzca y no se consuma.
El parlamento europeo ya adoptó una resolución en enero de 2012 que pedía a la Comisión una evaluación del impacto “de una política coercitiva en lo referente al desperdicio de alimentos”. En el texto se ponía de manifesto que se “desea que se adopte una política de tratamiento de residuos coercitiva aplicable a todos los eslabones de la cadena alimentaria aplicando el principio de que «quien contamina, paga»”.
En España, la web del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, recoge las cifras de desperdicio alimentario y las estrategias puestas en marcha en 2013 bajo el lema “Más alimento, menos desperdicio”.
Según los datos recogidos, España es el séptimo país que más comida desperdicia (7,7 millones de toneladas), tras Reino Unido (14,4 millones de toneladas), Alemania (10,3 millones de toneladas), Holanda (9,4 millones de toneladas), Francia (9 millones de toneladas) Polonia (8,9 millones de toneladas), e Italia (8,8 millones de toneladas).
Los hogares españoles, según el estudio publicado en 2013 por la Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios (HISPACOP) y avalado por el Instituto Nacional de Consumo (INC), sitúa el desperdicio medio de alimentos por hogar en 1,5 millones de toneladas al año.
A lo mejor hay que pensar en que este eslabón final, la venta en los supermercados, tiene más responsables al principio de la cadena productiva y al final de la cadena de consumo… Mientras tanto, no desperdiciemos y alimentémonos responsablemente.
Director de El Mundo Ecológico
Imágenes cogidas de Youtube – AFP / MAGRAMA