Terminaba hace unos días la cumbre del clima en Varsovia que ha estado repleta de acontecimientos.
Cuando se negociaban las posibles políticas a poner en marcha por los países del mundo tuvo lugar el desastre de Filipinas por el super-tifón “Haiyan” y vimos unas impactantes imágenes en los medios de comunicación del representante de este país llorando y en huelga de hambre por la falta de acuerdos en este transcendental tema. Puede ser el mejor resumen de lo ocurrido. La cumbre del clima termina con un nuevo fracaso. No se ha resuelto lo esencial: un nuevo tratado de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que sustituya al ya veterano de Kioto. No hay voluntad de afrontar esta cuestión. Salvo en la Unión Europea y en Japón, el resto de potencias industriales del mundo, con Estados Unidos, China e India a la cabeza no quieren oír hablar de posibles frenos a su crecimiento económico futuro. Y eso condiciona, año a año, el fracaso de este tipo de cumbres del clima.
En esta ocasión, sin embargo, las Naciones Unidas han querido vender como positivo la obtención de mínimos avances en materia de reforestación y de la adopción de un nuevo sistema para contabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Y uno se pregunta: ¿Aún estamos así?; después de varias décadas de informes de cambio climático y de cumbres del clima, ¿no se había diseñado ya un sistema de contabilidad de las emisiones valido para todo el mundo?. Lo dicho, desesperanza creciente.
Lo importante se ha dejado para las próximas cumbres que se celebrarán en Lima el año que viene y en París en 2015. Van pasando los años y, desde la cumbre de Kioto en 1997 no se han producido avances importantes. Al menos por lo que respecta a grandes decisiones que deben adoptar los Estados.
Y a pesar de la buena voluntad de los ciudadanos en la puesta en marcha de buenas prácticas energéticas, las emisiones de CO2 a escala planetaria siguen creciendo. Y los informes de cambio climático del IPCC, con sus modelos de clima futuro, van dejando cada vez mejor margen de maniobra para actuar. Nuestra atmósfera sigue contaminándose sin pausa. Y los efectos de esta alteración en su composición química no son buenos.
En la cumbre de Varsovia, varias ONGs se salieron de las reuniones a la vista de la pérdida de tiempo de estas reuniones interminables donde no se llega a ningún acuerdo esencial. Y a ello hay que añadir el gasto económico, que pagamos todos los países, es decir, todos nosotros, de la celebración de este tipo de cumbres.
Lo peor es que hace unos años los ciudadanos nos interesábamos por el desarrollo de estas cumbres del clima. Cuando se alcanzó el acuerdo de Kioto fue celebrado como un gran logro en todos los países. Y los ciudadanos nos sentimos contentos con el consenso alcanzado. Pero desde entonces, nada de nada. Parece que se ha aceptado que el cambio climático es algo inevitabley que ya vendrá el tiempo de tener que poner dinero para pagar sus efectos. China y Estados Unidos emiten el 43% de los 30 millones de toneladas de CO2 que se lanzan anualmente a la atmósfera. Vamos a la deriva. Y esto parece un proceso planificado y asumido.
Jorge Olcina
Catedrático de Análisis Geográfico Regional
Universidad de Alicante