Se siguen emitiendo miles de millones de toneladas de CO2 cada año y el proceso parece no tener fin
Ahora hemos sabido que el pasado 12 de marzo, la NOAA estadounidense registró en su estación de seguimiento de Mauna Loa (archipiélago de las islas Hawai) el dato histórico de contenido de C02 en la atmósfera terrestre: 400 partes por millón en volumen (ppmv), que es la medida que se utiliza para realizar dicha medición y poder homologarla con otras mediciones a nivel internacional.
Recordemos que este parámetro se mide, con regularidad, desde 1958, año que fue declarado por la UNESCO “Año Geofísico Internacional” y que recuperaba la tradición de los “Años Polares” que se había celebrado en 1882 y 1932 y que resultaron de gran interés para el conocimiento de nuestro planeta. En 1958 se decidió hacer un seguimiento continuo de este parámetro atmosférico tan importante para el funcionamiento de la maquinaria climática terrestre. El dato de CO2 en la atmósfera terrestre de 1958 era tan sólo de 317 ppmv. que, ya de por sí, era elevado pero no se estimaba que pudiera alterar el balance de radiación terrestre.
Cincuenta y seis años después esa cantidad se ha elevado hasta 400 ppmv. El dato es muy grave por varios motivos. De entrada, manifiesta una tendencia creciente desde entonces. Desde 1958, ningún año ha registrado un volumen menor que el anterior que pudiera abrir un rayo de esperanza sobre una posible reducción de emisiones. Por tanto, este valor evidencia que la atmósfera terrestre sigue contaminándose a un ritmo constante. Después de años de reuniones entre países y tratados internacionales nos damos cuenta de que todo esto no ha servido para mucho.
Se siguen emitiendo miles de millones de toneladas de CO2 cada año y el proceso parece no tener fin. La atmósfera terrestre está contaminada y cada vez más. Ahora los colosos de la contaminación, junto a los Estados Unidos, son China y la India. Y difícilmente este proceso se va a revertir, porque estos países no firmaron el protocolo de Kioto y no están dispuestos a firmar ningún acuerdo que pueda comprometer su futuro crecimiento económico.
Que la atmósfera terrestre esté cada vez más contaminada es grave. Pero, a ello se une la cuestión del forzamiento radiactivo que ocasionan los gases de efecto invernadero en el balance de radiación terrestre y que es la base de la actual hipótesis de cambio climático por efecto invernadero.
Este año va a estar protagonizado –ya lo está siendo- por el nuevo informe del IPCC (5º Informe IPCC, 2014). Y todavía escucharemos voces de detractores del calentamiento global que parecen haber puesto una venda delante de sus ojos para no reconocer un proceso que va a suponer graves alteraciones en nuestro medio ambiente. Pero, por encima de estos debates estériles, hay un dato incontestable: seguimos contaminando nuestra atmósfera y no hay tratado internacional ni voluntad de los países que quieran poner freno a esta barbaridad.
Jorge Olcina
Catedrático de Análisis Geográfico Regional
Universidad de Alicante