Belleza reciclable

Itziar Salcedo. Nuestras conciencias se han teñido de verde,  es el tono de la biosostenibilidad por excelencia. Nada escapa a su influencia. La belleza tampoco, aunque a veces “pensar en verde” sea más una pose que una realidad.

Reciclar, renovar, ahorrar, respetar, medio ambiente, cambio climático, libre de parabenos, no experimentado en animales… estos y otros muchos términos son ya habituales en nuestro lenguaje y se han acomodado en los rituales de belleza, pero lo que a priori es motivo de orgullo social y símbolo de sostenibilidad no siempre es tan real como lo pintan.  A veces por desconocimiento y otras por vaguería, lo cierto es que aunque pensemos –o nos hagan pensar en verde- no solemos actuar en consecuencia.

Hace apenas una década, prácticamente nadie se preocupaba de reciclar más allá del vidrio. Hoy, todo cosmético que se precie lleva impreso en su packaging el sello de envase de reutilizable. Un anagrama que tranquiliza la conciencia, pero cuya utilidad no viaja mucho más allá. Según un estudio realizado hace dos años por el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), el 73% de los españoles es partidario del reciclaje, pero tan solo un 47% lo practica y siempre y cuando se refiera a cosas facilitas (los cartones, los bricks o los envases de bebidas y productos de limpieza). ¿Lo peor? Tan solo un 5% se molesta en tirar al contenedor amarillo el bote del champú cuando se termina, el tarro de crema de vidrio al verde o el envoltorio de cartón que guarda los tesoros cosméticos al azul. Mientras prolifera la cosmética bio, los gestos ecológicos con sus envases brillan por su ausencia.

Es cierto que a veces la tarea de ser cosméticamente correcto y sostenible es casi una misión imposible. Un ejemplo, aquellos frascos –muy habituales en el mundo del perfume- que combinan metal y cristal en el mismo envase. ¿Cómo los reciclamos? “Lo suyo sería separar ambos materiales, aclara Marta Rubio científica medioambiental de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, y depositar cada uno de ellos en el contenedor correspondiente”. Lo malo es que en la mayoría de ellos es imposible llevar a cabo la disgregación sin riesgos colaterales porque casi siempre es necesario romper el vidrio para deshacerse del metal. “En caso de duda o de que no logremos la separación, lo mejor es tirarlo a la basura normal”. Sí, porque echar en un contenedor envases mixtos, es contaminar los demás residuos y dificultar muchísimo su reciclaje.

Otro estudio, auspiciado por la multinacional P&G, afirma que ataca más la sostenibilidad del medio ambiente el despilfarro de agua que los posibles contaminantes que se pueden encontrar en los jabones y productos de higiene y limpieza. Es probable que hay un interés empresarial de por medio, pero la verdad sobre el uso y abuso del agua en los hábitos higiénicos personales no es muy verde. “Una ducha resulta más ecológica que un baño, alega la experta, siempre y cuando el tiempo de duración no sobrepase los 7-8 minutos”.  A partir de ahí, comienza el despilfarro. Si pusiéramos un cronómetro en el baño caeríamos en la cuenta de lo mucho que gastamos convencidos de que ahorramos. Una paradoja a la que la experta da una solución perfecta para los amantes de los baños calentitos. “No hay nada de malo en poner el tapón al iniciar la ducha y relajarse un rato en el agua embalsada en la bañera al finalizar la higiene corporal”. Si además acabamos con un chorro de agua fría para retirar cualquier residuo de jabón, el contraste de temperaturas beneficiará al organismo estimulando la circulación. Volviendo a los datos, tan solo cuatro de cada diez españoles trata de economizar agua en su higiene personal, gestos como cerrar el grifo mientras nos lavamos los dientes o durante el afeitado no proliferan en los cuartos de baño.

Y para terminar, un dato práctico para elegir la cosmética más allá de las necesidades de la piel, mirando por el planeta y el bolsillo: en los envases herméticamente cerrados que expenden sus principios activos a través de un émbolo, la pérdida de producto puede llegar a ser de entre un 10 y un 15%. Una pérdida que no tienen aquellos de boca ancha, como los tarros, o los que llevan un tapón de rosca.

Por sus símbolos los conocerás

¿Todos los envases de los cosméticos se tiran al contenedor amarillo? No, solo aquellos que sean de materiales plásticos y que no contengan otros materiales adheridos. Para facilitar la tarea, los organismos internacionales han habilitado una serie de símbolos ligados a unas siglas que indican que el envase es reciclable. Basta mirar el en el envase y buscar cualquiera de estos iconos y letras.

Itziar Salcedo

@SalcedoItziar

Salir de la versión móvil